No soy experto ni estudiante del derecho o la filosofía. Pero mi visión de lo que está pasando con el terremoto de Turquía y en general con los terremotos devastadores en todo el mundo (incluyendo los de México) es que cada vez se está tomando más conciencia de la presencia del humano sobre la Tierra y sus efectos en ella. Y a su vez, las leyes tienen que mantenerse actualizadas sobre la regulación de la actividad humana teniendo una agenda ambiental efectiva.
¿Cómo di un gran salto de los terremotos al cambio climático y la contaminación?
Los terremotos siempre han existido, y la humanidad siempre ha tenido que sobrevivirlos y sobrellevarlos. Son fenómenos no-extraños por las características geofísicas de nuestro planeta. Son parte de la realidad en que vivimos. Nuestra forma de relacionarnos con ellos tiene un reflejo de nuestras culturas, nuestros miedos y sentimientos, nuestras formas socio-políticas de organizarnos y de la adminsitración de los recursos naturales que usamos en nuestras economías (y en general las economías).
Ahora, las cosas han cambiado. Las economías ya no son múltiples, sino que son lados que una misma economía global. Esta economía global es híperdependiente de la tecnología y los políticos no lo entienden. También, los poíticos no pueden evaluar las situaciones ecológicas por falta de empatía socio-económica y por falta de formación de carácter científico.
No estoy diciendo que todos los políticos sean científicos. Vamos, que hay ejemplos excelentes de esto y a su vez ejemplos horrorosos. Pero sí que mínimo tengan tal formación para adentrarse a los temas científicos generales y valorar su importancia.
Ahora bien, el caso de Turquía me llama mucho la atención. El gobierno de este país ha expedido más de 100 órdenes de arresto a los constructores de los edificios que colapsaron durante el terremoto. Y asumo que mientras estoy escribiendo esto, el número de de estos arrestos efectuados va en aumento.
En todo el mundo las leyes de construcción y protección civil ya existen (más o menos). Y en Turquía no es la excepción